Tornillo uno… tornillo dos… torn…
- Haz desarmado alguna vez un reloj? Si contigo, contigo mismo(a), esto es un dialogo, no ves el guión?
Tornillo tres… todos son iguales y… ruedas dentadas, engranajes… mucho bronce, acero y hiero fundido… un… un cable de acero… un cable de acero?
- Nunca tuviste un despertador viejo en tu cajón de juguetes o al menos alguna piececita que hacías girar como un trompo? Nunca te interesó ver cómo funciona un reloj por dentro? Yo si desarmé algunos y me creo que soy muy bueno en eso, casi el mejor del mundo. Pudiera tener un título así de: CINTURON NEGRO DESARMANDO RELOJES VIEJOS. Armándolos también soy muy bueno, sobre todo si se tiene en cuenta que casi siempre me sobra algo. Si me faltara sería un problema,...
Este… este no lo voy a desarmar. Pudiera hacerlo pero… de todos modos nadie se enteraría. Nadie sabe que estoy aquí, solo Súper Mario que siguió para arriba, para el campanario a retratar las campanas, para eso es Súper Mario no? A mí me tocó el reloj, solo para fotografiarlo, no me voy a llevar nada. Para llevarme lo mas chiquito necesitaría al menos una jaba de guano… Ah, no sabes lo que es una jaba de guano. Nunca viste una jaba de guano en tu vida. No te hagas que si naciste aquí… aquí todos nacemos con una javita de shopping en la mano y al cumplir el año o cuando das el primer pasito, junto con los zapatos, te dan tu jaba de guano y… Puede que se te haya olvidado un poco pero… no te hagas.
Si el Cura se entera… pero no, no me voy a llevar nada ni… ni lo voy a desarmar tampoco. Aunque soy cinta negra necesitaría al menos una llave como las que se usan para arreglar un pozo. Es solo fotografiarlo, para que lo veas.
Sabes cuántos años tiene y como llegó aquí? Yo crecí mirando ese reloj y oyendo sus campanadas. Igual que tu, viéndolo casi a diario. Es increíble que aun funcione y más increíble aun que sea bastante exacto. Deben quedar pocos que funcionen así de bien en Cuba. En las madrugadas sus campanadas se oyen en casi todo el pueblo. Cuantas veces te levantaste temprano para viajar y medio sonámbulo(a) oíste la campana que te decía - corre que se te va la guagua –
Dicen los más viejos del pueblo, que cuando eran pequeños, sus padres le contaron…
W.Ruiz
El Reloj Público de Fomento.
En el año 1931, un vecino común y corriente de la villa del Jumento cayó en la cuenta de que, si bien Fomento no tenía nada de nada, carecía del más elemental de los signos que hacen pueblo a un pueblo: un reloj público. A tan brillante descubrimiento se sumó entusiasmado el cura local, que ya veía en la espadaña superior de la iglesia y por encima del campanario un flamante reloj, anunciándole a los fomentenses, campanazos de por medio, la hora cotidiana.
Ni cortos ni perezosos, se dieron a la tarea de crear un comité pro- reloj público, que mediante colecta popular gestionaría la hora gratuita para todo el mundo, además de garantizar un toque de distinción al pueblo que, a falta de carretera central, contaría con hora propia.
Después de recogido el dinero y “bien estudiado el caso”, según cuenta la historia oficial, se procedió a hacer el pedido a una fábrica de campanas y relojes de torre en Valencia, España. Encomendado el trabajo, solo restaba esperar. Pasaron un año, dos, tres. Fomento se hizo municipio… Y usted dirá: ¿y el reloj? bien, ¿y su familia?
Y he aquí a los fomentenses que, aunque nobles y hospitalarios, no hacían gala de la paciencia de Job, y sí tenían fama de ariscos y levantiscos, como ya habían demostrado en las jornadas contra Machado y la creación del ayuntamiento. La gota que colmó la copa llegó como caída del cielo: Recién creado el municipio por voluntad propia, venía una disposición de arriba según la cual se nombraba juez municipal a un abogado de Santa Clara. ¿Por qué no de la tierra, si aquí los tenemos y buenos? El espíritu local era terrible, más donde manda capitán… digo político, no valen guayabas verdes.
Al tomar posesión del cargo el juez santaclareño, estalló la primera revuelta municipal, huelga multitudinaria que avanzó desde el parque hasta la recién estrenada casa del susodicho jurisconsulto. La consigna de la manifestación merece figurar en cualquier antología de desobediencia civil. El estribillo coreado por la multitud decía así:
Uno, dos. El cura se cogió el reloj.
Uno, dos, tres. No queremos al juez.
Tal demostración no inmutó en lo absoluto al juez, que, hombre de armas tomar, dictó acto de detención contra todo el mundo, acusándolos nada menos que de ¡incendiarios! Los que sí se echaron a correr fueron los del comité pro reloj, que más rápido que veloz menearon los caracoles, y a modo de parte meteorológico en tiempos de ciclón, informaban a la población del estado del reloj: que si la caída de la monarquía en España, que si se murió el gerente de la fábrica, que si la declaración de herederos del difunto, que la instauración de la república en la madre patria, que la caída de la peseta, bla, bla, bla….
En 1935 se mandó un emisario a la península, para implorar más que gestionar el reloj, lo que trajo como resultado que, en los primeros días de 1936 el artefacto de marras, con campana incluida, llegara a la Habana por mar. Usted dirá: ¡al fin! Pero yo le diría: no sea iluso que aquí es donde se enreda la pita. Los derechos de aduana por pasar el relojito ascendían a más de trescientos pesos. Dinero no había, y quién era el guapo que le decía al pueblo, después de cinco años de incertidumbre y espera que había que pasar el cepillo otra vez. Creo que ni Sansón se hubiera atrevido, por lo que el descendiente de Cronos durmió el sueño del aburrimiento durante meses en la aduana de la república, hasta que uno, muy lumbrera propuso: ¿y si el señor presidente nos eximiera del pago del impuesto aduanal por el aparatico? Ovación cerrada del comité. Pero, ¿quién le ponía el cascabel al gato? El cura, obviamente. Este, después de meses de esfuerzo, lograba que el 13 de mayo el presidente de la república emitiera el tan esperado decreto, luego publicado en la Gaceta Oficial el 3 de junio de 1936.
El reloj llegaba a Fomento. Vivas y aplausos. Pero, ¿quién lo instalaba? Y, lo más bonito, venía sin esfera. Era como para llorar. Al fin, en 1941, luego de conseguir la esfera en La Habana, comenzaba la instalación del controvertido artilugio en Nuestra Señora del Rosario de Sipiabo. A bombos y platillos se anunció que el reloj daría sus doce campanadas inaugurales el 24 de febrero, fecha patria; pero “por problemas ajenos a nuestra voluntad”, tan loable acontecimiento no sucedería, sino hasta el primero de marzo.
Diecisiete años más tarde, durante los combates por la liberación de Fomento, un grupo de guardias, más acorralados que convenientemente apostados en el teatro Baroja, donde resistían a la desesperada el ataque rebelde, escogieron la esfera del reloj como blanco inofensivo pero seguro, ya que no necesitaban sacar sus cabezas, exponiéndolas a las balas que a discreción les mandaban desde abajo. Nada, que a ellos no les había costado; y en definitiva, casi ninguno era fomentense. Tiempo después, un curdita, digno descendiente de Atila, le daba una pedrada entre las doce y la una, ultimando lo que de cristal le quedaba a la pobre esfera.
Han pasado los años y el ya veterano reloj, curadas sus heridas de guerra y con algún que otro achaque, continúa, campanazo a campanazo, recordándole a Fomento, que el tiempo, el inexorable, no se detiene, al contrario, pasa raudo y veloz.
MsC Bárbaro Pérez Colina
Historiador de Fomento
barbaro6411@gmail.com
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